22 Decía su invocación de la siguiente forma: «Tú, Soberano,
enviaste tu ángel a Ezequías, rey de Judá, que dio muerte a cerca
de
185.000 hombres del ejército de Senaquerib;
23 ahora también, Señor de los cielos, envía un ángel bueno delante
de nosotros para infundir el temor y el espanto.
24 ¡Que el poder de tu brazo hiera a los que han venido blasfemando
a atacar a tu pueblo santo!» Así terminó sus palabras.
25 Mientras la gente de Nicanor avanzaba al son de trompetas y
cantos de guerra,
26 los hombres de Judas entablaron combate con el enemigo entre
invocaciones y plegarias.
27 Luchando con las manos, pero orando a Dios en su corazón,
abatieron no menos de 35.000 hombres, regocijándose mucho por la
manifestación de Dios.
28 Al volver de su empresa, en gozoso retorno, reconocieron a
Nicanor caído, con su armadura.
29 Entre clamores y tumulto, bendecían al Señor en su lengua patria.
30 Entonces, el que en primera fila se había entregado, en cuerpo y
alma, al bien de sus conciudadanos, el que había guardado hacia sus
compatriotas los buenos sentimientos de su juventud, mandó cortar la
cabeza de Nicanor y su brazo, hasta el hombro, y llevarlos a Jerusalén.
31 Llegado allí convocó a sus compatriotas, puso a los sacerdotes
ante el altar y mandó buscar a los de la Ciudadela.
32 Les mostró la cabeza del abominable Nicanor y la mano que aquel
infame había tendido insolentemente hacia la santa Casa del Todopoderoso;
33 y después de haber cortado la lengua del impío Nicanor, ordenó
que se diera en trozos a los pájaros y que se colgara frente al santuario la
paga de su insensatez.
34 Todos entonces levantaron hacia el cielo sus bendiciones en honor
del Señor que se les había manifestado, diciendo: «Bendito el que ha
conservado puro su Lugar Santo.»